Estaba viendo estas fotografías de la conocida como Tregua de Navidad 1914 donde en la primera guerra mundial en plena franja FrancoBelga donde se crearon las trincheras más duras de la historia, un grupo de soldados empezó a engalanar su nuevo hogar con lo poco que podían conseguir, en pro de dar un poco de cariz navideño a su infierno. Soldados, oficiales y altos mandos forjaron una pequeña tregua entre las fuerzas del eje y la alianza de naciones, se dieron la mano con su enemigo, compartían viandas y objetos a modo de ofrenda de navidad, compartieron una dulce cena con aquella unión de seres que sabían que al llegar el nuevo día volverían a matarse entre ellos. Por unos instantes el 24 de diciembre de 1914 se dejaron de banda las ideologías, las disputas, las creencias, las órdenes. Todos eran uno, todos eran iguales, y el sentimiento de paz reino por un momento, cambiando el sonido de los morteros, los gritos y el hedor de la batalla, por los pocos instrumentos, los cantos y el olor de la comida caliente. Se unieron en pro de tener un recuerdo de aquellos caídos a los que incluso se les dió sepultura, mostraron respeto y se contaron sus historias, disfrutaron de un icónico partido de fútbol que pasaría a la historia.
Una demostración de hasta donde puede llegar la conciencia social, una muestra de la capacidad que tenemos de hacer todo aquello que amamos si entre todos nos mostramos comprensión y hacemos del respeto nuestra arma.
Quizás este mundo necesita recordar aquel primer paso en el barro, hacía campo enemigo con la única compañía de la idea de cambiar el mundo.
