Debemos tratar nuestra conciencia final como si se tratara de un manual al cual acudir en pro de un buen funcionamiento de nuestra existencia la cual nos guiará hasta nuestro objetivo principal. Tal vez deberíamos detallarlo del siguiente modo...
Posicionarse ante lo desconocido mirar al horizonte y coordinar el norte moral, con el norte del entusiasmo, conectar así así tu esfuerzo, con tu coherencia. Cargar los miedos y las experiencias en la espalda y dar toda la fuerza en cada paso. No detenerse ante las piedras del camino más allá del tiempo necesario para comprenderlas, avanzar con la seguridad ferviente de la importante transformación de aquella huella que dejaremos en camino para quien venga detrás. Ya que como buen arriesgado somos ariete y abanderados de lo que nos mueve. Amar el camino del mismo modo de amamos el punto de destino. Trazar con nuestros actos una cartografía del entorno de modo que prevalezca con el paso del tiempo. Hacer de nuestras sendas una vía de relevancia.
Está es el sistema de funcionamiento de esta brujula interna que todo ser debe nutrir. A la cual debemos darle un mantenimiento exhaustivo en pro de alcanzar nuestro destino.
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