El conocido clavo de olor, aquella especie, que todos utilizamos en cocina esconde uno de los más antiguos y potentes remedios antibacterianos e inflamatorios que existen.
Los pueblos otomanos lo utilizaban en elixir cual anestesia en sus operaciones, y para los dolores centralizados de muela.
Sólo basta con insertar uno de ellos en la herida, hueco del diente y dejar actuar. Tanto su poder analgésico como su faceta anestésica es bastante inmediato.
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