domingo, 9 de octubre de 2022

Triste mundo que nos queda


El mundo de la cultura está de un eterno luto, un maldito viernes negro que se alarga a los más comunes días y noches, el nivel es tal que se nos acumulan las lágrimas y perdemos el norte y el sujeto a llorar, nos quedamos solos ante las enormes hemerotecas de la digitalización del conocimiento, mientras sufrimos la dura realidad de la carente cantera de iconos para el futuro de las generaciones venideras. El hecho de pensar en las vacías vacantes del mundo de la cultura nos rompe aún más en pedazos. Nosotros amantes de los viejos tiempos, de pegar el oído y el alma a la radio, de seguir las conversaciones con los conocedores de causa, aquellos maestros sin aula de la existencia y la comprensión del que somos y porque lo somos. Aquellos que nos pusieron sobre nuestras temblorosas palmas de las manos el poder más grande de la humanidad, el conocimiento, la sabiduría más profunda y constructiva. Nos dieron la pasión, nos hicieron conocer las danzas de las musas y su danza nos enamoró del mundo. 

Ahora nuestras atragantadas lágrimas nos llevan a una visión de la sociedad de la que jamás quisimos ser participes. El vacío. Vacío profundo y existencial que nos lleva a un abandono moral y sentimental demasiado profundo como para ver salida. Y más si pensamos en que somos parte de la solución y poseedores de las más inteligentes herramientas socioculturales para hacerlo.

A mi pesar la herida seguirá sangrante...

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